LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II. LA UNIDAD IBÉRICA
Tras la renuncia a la Corona por Carlos
I y V, comienza el reinado de Felipe II. Este rey concedió la máxima
importancia a los reinos hispanos, especialmente a Castilla; sin embargo
primaron los intereses de los Habsburgo. Para gobernar su inmenso imperio se
valió de una compleja administración y un poderoso ejército. En política
interior, se dieron tres grandes conflictos; la sublevación de los
moriscos por el trato discriminatorio que recibían (la presencia morisca
suponía un problema religioso contra la unidad religiosa y un problema
político), esta rebelión fue duramente reprimida por Juan de Austria; las alteraciones
en Aragón por el choque entre el
rey y los fueros de Aragón y el caso de Antonio Pérez, acusado de hereje
fue protegido por los fueros aragoneses, esto
supuso un gran conflicto entre el absolutismo y el pactismo en el cual Juan
Lanuza fue ejecutado pero el rey no suprimió el pactismo; y el Bandolerismo. En política
exterior sus objetivos fueron la defensa del catolicismo, la conservación
de su herencia y el mantenimiento de la hegemonía en Europa. En Flandes
se produjo una rebelión por el intento del rey de gobernar el territorio de
forma absolutista y de contener la expansión del calvinismo, provocando la
oposición de la nobleza y los calvinistas; pese a que la rebelión fue duramente
reprimida, el conflicto no terminó y estos territorios se independizaron de
hecho. Las relaciones
con Inglaterra se complicaron por el establecimiento del anglicanismo y
la expansión comercial inglesa que no admitía el monopolio español; bajo el reinado de Isabel I los ingleses atacaron la
flota española y apoyaron a los rebeldes flamencos; para enfrentarse a esta
situación, Felipe II invadió Inglaterra con la Armada Invencible. Además, para
frenar los ataques turcos, se estableció la Liga Santa con Venecia y el
Papado. En relación con
Portugal, Felipe II consiguió la corona portuguesa en 1580.
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